Sobres de álbum de recortes que dicen "Cartas de amor a los movimientos feministas".

Carta de amor a los movimientos feministas #3

Para mí, el feminismo es la antítesis de la apatía social y política. También significa que una vez que adoptas una perspectiva feminista, nada puede ser igual.

Carta de amor a los movimientos feministas #3

Carta de amor al feminismo

Por Marianne Mesfin Asfaw

Sobres de álbum de recortes que dicen Cartas de amor a los movimientos feministas. El sobre en la parte superior dice De Marianne Mesfin Asfaw

Tengo muchos recuerdos queridos de mi recorridofeminista, pero hay uno en particular que se destaca. Fue durante mi época en la escuela de posgrado, una conferencia a la que asistí como parte de un curso de Teoría Feminista. La conferencia trataba sobre feminismo africano y, en ella, la profesora habló de la historia del panafricanismo, de su carácter patriarcal, centrado en los hombres, y de cómo los estudiosos panafricanistas perpetuaban el borramiento de las mujeres africanas. La conferencista señaló que las contribuciones de las mujeres africanas a las luchas anticoloniales y descoloniales en el continente rara vez, o nunca, se analizany no se les da el debido crédito. Leímos acerca de las académicas feministas africanas que desafían ese borramiento y dan a conocer  activamente las historias de los movimientos y los esfuerzos de resistencia liderados por mujeres africanas. Parecetan sencillo, pero lo que más me llamó la atención fue que alguien juntara las palabras africana y feminista. Mejor aún: descubrir que había muchas más de nosotras ahí afuera, luchando contra las complicaciones de la historia, la política y las normas sociales en distintos rincones del continente, y que todas estábamos utilizando una perspectiva feminista para hacerlo. Salí de esa conferencia conmovida y completamente alucinada. res de mis amigas (todas feministas africanas) y yo nos quedamos un rato comentando fuera del aula. Todas estábamos impresionadas por la genialidad de la conferencia y su contenido pero, sobre todo, sentimos que estábamos siendo tenidas en cuenta. Ese sentimiento fue el que más me llamó la atención.

Enamorarse del feminismo fue electrizante. Fue como sentir que por fin puedes hablar con la persona que te gusta desde hace mucho tiempo y descubres que también le gustas. Lo llamo mi enamoramiento porque durante la escuela secundaria me consideraba feminista pero sentía que no sabía lo suficiente sobre el tema. ¿Había una forma correcta de ser feminista? ¿Y si no lo estaba haciendo bien? Cuando asistí a mi primera conferencia de Estudios de las Mujeres obtuve respuestas para algunas de estas preguntas. Fue emocionante conocer historias de resistencia feminista y de desmantelamiento del patriarcado. Me sentí muy afirmada y validada, pero también sentí que algo me faltaba.

Profundizar mi relación con el feminismo a través de la academia en una institución en la que el estudiantado y el personal docente eran en su mayoría blancx, significó que, durante esos primeros años, me diera cuenta de que rara vez hablábamos sobre cómo la raza y la antinegritud se ponen en juego en los movimientos feministas hegemónicos. En la mayoría de las asignaturas teníamos tal vez una semana, o peor aún, una clase, dedicada a la raza donde por lo general leíamos algo de bell hooks, el trabajo de Kimberly Crenshaw sobre interseccionalidad, y tal vez, a Patricia Hill Collins. A la semana siguiente volvíamos a dejar de lado el tema. Lidié con todo esto dándole un lugar central a la raza y al feminismo negro en casi todas mis tareas, escribiendo sobre el pelo negro y las políticas de respetabilidad, la hipersexualización de los cuerpos de las mujeres negras, y mucho más. Con el tiempo me di cuenta de que intentaba llenar un vacío, pero no sabía muy bien cuál era.

 

El momento en que el círculo se cerró de manera perfecta fue cuando descubrí que había un feminismo africano y lo estudié. Me di cuenta de que teníamucho más por aprender, principalmente que mi africanidad y mi práctica feminista no tenían por qué estar separadas. Al contrario: tenían mucho que aprender la una de la otra, y había feministas africanas que ya estaban haciendo este trabajo. Esa era la pieza que faltaba y que me fue tan esquiva durante mi exploración del feminismo a lo largo de mi carrera académica.

 

Para mí, el feminismo es la antítesis de la apatía social y política. También significa que una vez que adoptas una perspectiva feminista, nada puede ser igual. Con mis amigas solíamos decir que era como ponerse unos anteojos que nunca te puedes quitar porque ahora ves el mundo tal y como es, con todos sus desastres. Desastres que no puedes ignorar ni dejar de lado. Es por eso que mi compromiso con el movimiento feminista es no dejar nunca de aprender, seguir ampliando el alcance de mi empatía y no vivir nunca de forma pasiva. Dedicar más tiempo y espacio en mi vida a los movimientos feministas, y seguir amplificando, celebrando, documentando y citando el trabajo de las feministas africanas. También me comprometo a darle un lugar central al cuidado y a dar prioridad al placer en este recorrido feminista porque no podemos sostener nuestros movimientos sin esto.