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Un mundo más allá de la guerra contra las drogas

Las políticas sobre drogas y los movimientos feministas casi nunca han estado conectados pero, en efecto, deberían estarlo.

Durante los últimos dos años, AWID ha estado trabajando estrechamente con comunidades de mujeres que usan drogas, para construir solidaridad y aprender unxs de otrxs. A través de este proceso descubrimos varias cosas. La guerra contra las drogas es, claramente, un tema feminista, ya que afecta de forma desproporcionada a los grupos históricamente oprimidos, que ya están en situación de mayor riesgo de sufrir violencia y represión. Es fundamental que los movimientos feministas comprendan los aspectos de las políticas represivas contra las drogas que están relacionados con el género, la raza y la clase, incluidas la criminalización y la estigmatización de las personas que usan drogas. También necesitamos trabajar más en la construcción de solidaridad y de conexiones con los movimientos que se ocupan de las políticas sobre drogas y reducción de daños.

Nuestro nuevo informe “Los movimientos feministas y las mujeres que resisten a la guerra contra las drogas” documenta nuestra experiencia sobre cómo lxs feministas pueden aprender de, apoyar a, e interactuar con las comunidades de mujeres que usan drogas.

Cómo sería un mundo sin la guerra contra las drogas

El siguiente artículo reúne a escritoras de distintos movimientos y regiones. Pedimos a cada una de ellas que reflexionaran sobre cómo sería un mundo más allá de la guerra contra las drogas en los contextos en los cuales trabajan y viven. Imaginar un mundo más allá de la guerra contra las drogas visibiliza el impacto extremadamente destructivo que tiene esta guerra sobre las comunidades de todo el mundo, y nos alienta a comenzar a imaginar un mundo más allá del estigma, la criminalización, el encarcelamiento y la violencia.  Las contribuciones que se encuentran a continuación brindan las perspectivas de comunidades indígenas  u otras que utilizan plantas psicoactivas con fines medicinales, de trabajadorxs que siembran y cosechan cultivos ilegalizados, de feministas negrxs que se organizan contra el sistema de prisiones y la criminalización, y de mujeres que exploran el placer y la autonomía cognitiva a través del uso de drogas. Todas estas comunidades son afectadas, de distintas maneras, por las políticas represivas contra las drogas; pero todas saben también que para alcanzar la justicia debe ponerse fin a la guerra contra las drogas. 


Constanza Sánchez

The International Center for Ethnobotanical Education, Research, and Service (ICEERS) / Barcelona, España

Lo que significa para nosotrxs un «mundo más allá de la guerra contra las drogas» es un mundo en el que nadie sea estigmatizadx, abusadx, perseguidx, desplazadx por la fuerza, amenazadx o asesinadx debido a su involucramiento en el uso o en los mercados de drogas.

Un mundo en el cual la prohibición y la criminalización no profundicen aún más las desigualdades, en el cual las comunidades campesinas dedicadas a los cultivos (previamente declarados) ilícitos no sufran la fumigación de sus plantaciones, y no se vean forzadas a erradicarlas ni a dejar sus tierras. Un mundo donde el cultivo de cannabis, hoja de coca y adormidera sea una forma de vida decente y factible en aquellas regiones donde estas plantas han sido cultivadas durante siglos, garantizándole a estas comunidades la supervivencia y el acceso a la tierra. Un mundo en el que las comunidades indígenas no sean forzadas por grupos armados violentos a involucrarse en la producción y la comercialización de drogas, en el que sus demandas y sabiduría sean oídas, y donde sus líderes sean respetadxs y no amenazadxs o asesinadxs.

Un mundo donde nadie sea arrestadx o perseguidx por utilizar medicinas tradicionales basadas en plantas psicoactivas, como la ayahuasca, o por el uso tradicional del peyote o San Pedro, ya sea en sus contextos nativos o fuera de ellos. Un mundo en el que lxs sanadorxs tradicionales puedan expandir sus conocimientos y sus prácticas de curación a otros rincones del mundo. Donde las comunidades migrantes puedan usar en forma tradicional el qat o la hoja de coca (que son herramientas de cohesión importantes en sus propias sociedades), sin ser estigmatizadas o criminalizadas.

Es obvio que un mundo más allá de la guerra contra las drogas no sería un mundo perfecto, pero nos liberaríamos de uno de los obstáculos más importantes que impide, en la época contemporánea, alcanzar niveles más altos de igualdad social y justicia ambiental.

Constanza Sánchez Avilés es la Directora de Leyes, Política y Derechos Humanos de The International Center for Ethnobotanical Education, Research, and Service (ICEERS) [Centro Internacional para la Educación, Investigación y Servicio en Etnobotánica]. Es una cientista política doctorada en Relaciones Internacionales y Derecho Internacional. Su trabajo está centrado en la intersección entre derechos humanos y control de drogas. Reside en Barcelona y trabaja con comunidades indígenas y otras, en su mayoría del Sur global. Ver en Twitter @constaviles


Philasande Mahlakata

uMziMvubu Farmers Support Network (UFSN) / Mpondoland, Sudáfrica

Mpondoland es una de las más grandes comunidades agrícolas de cannabis del mundo. Esta planta ha sido utilizada como medicamento y con propósitos adivinatorios durante cientos de años, desde que nuestrxs ancestrxs pueden recordar. El trabajo migrante en el sur de África comenzó en el siglo XVIII. Los hombres de las comunidades rurales de toda la zona dejaban sus hogares para trabajar en las minas, y las mujeres y lxs niñxs debían arreglárselas por sí mismxs.

Eran las mujeres quienes iban a los campos a cuidar los cultivos, con la ayuda de sus hijxs. Se ocupaban de los campos, desde la labranza hasta la cosecha, y se encargaban de la comercialización del cannabis, para que hubiera comida en la mesa.

A medida que las leyes se hicieron más rígidas y las prohibiciones de cualquier uso de la planta se intensificaron, las casas de estas mujeres comenzaron a ser allanadas durante la noche, y el poco dinero que lograban ganar con sus cosechas era confiscado por la policía, bajo la forma de sobornos. En algunos casos, incluso, fueron encarceladas. La guerra contra las drogas ha separado a madres de sus hijxs, y le ha robado la oportunidad a estos niñxs de crecer bajo la completa atención de sus progenitorxs. En el caso de las guerras del cannabis,  se ha conseguido arrebatar, a menudo, los ingresos de los hogares. La guerra contra las drogas ha contribuido en gran medida al aumento de la pobreza en la mayoría de estas comunidades. La fumigación forzada de los campos de cannabis en Mpondoland y Zululand ha sido uno de los mayores terrores impuestos sobre estas comunidades a través de la guerra contra las drogas. La derogación de esta ley produciría un verdadero cambio para estas comunidades.

Philasande Mahlakata es la Coordinadora de Proyecto de UFSN en Mpondoland, en la Provincia de Cabo Oriental de Sudáfrica. Philasande es también la Presidenta de la cooperativa del Centro Cultural Umfaz’onengxolo, que produce y procesa aceites esenciales. Recientemente, expuso en la primera Cumbre Sudafricana sobre Cannabis organizada por el Premier de la Provincia de Cabo Oriental.


Nang Pann Ei Kham

Drug Policy Advocacy Group (DPAG) / Myanmar

El opio ha sido cultivado en Myanmar, desde hace varias generaciones, por distintas comunidades étnicas de las montañas. La mayoría  subsiste con la agricultura  , y se dedica al opio como cultivo comercial para comprar comida y solventar las necesidades básicas del hogar . El opio es utilizado como medicamento para tratar el dolor, la tos y la diarrea. También tiene usos recreativos y culturales, y en algunas comunidades es ofrecido a lxs invitadxs en casamientos y funerales. Estas comunidades también practican sistemas consuetudinarios para administrar sus tierras y sus recursos naturales.

Las actuales leyes de Myanmar contra el cultivo y el uso del opio son estrictas, tanto lxs agricultorxs como lxs usuarixs son criminalizadxs y deben enfrentar largas penas de prisión. Además, los equipos de erradicación gubernamentales destruyen los campos de adormidera, sin brindar a lxs campesinxs ninguna alternativa. Las leyes actuales no reconocen los sistemas consuetudinarios.

Terminar con la guerra contra el opio implicaría el reconocimiento de los usos culturales, tradicionales y medicinales de esta planta, y la oportunidad de iniciar proyectos piloto para el cultivo ilícito. 

Esto pondría fin a la criminalización y a la demonización de las comunidades étnicas que practican el cultivo de adormidera. Brindaría oportunidades para trabajar con ellas sobre cómo quisieran desarrollar sus áreas, reconociendo y preservando, al mismo tiempo, su cultura y sus tradiciones.

Nang Pann Ei Kham es oriunda de Myanmar (antes llamada Burma). Es la coordinadora del Drug Policy Advocacy Group (DPAG) [Grupo de Defensa sobre Política de Drogas], una red de organizaciones afines que demandan salud, derechos, y una reforma de la política de drogas basada en los derechos humanos para Myanmar y la región asiática.


Ingrid Farias & Waneskia Viana

Rede Nacional de Feministas Antiproibicionistas (RENFA - National Network of Anti-Prohibitionist Feminists) / Brasil

La guerra contra las drogas está instrumentalizada por el racismo institucional como una guerra contra las personas que usan drogas, pero contra personas específicas solamente. Esta guerra no es simétrica; es una lupa a través del cual se focalizan varias otras guerras contra grupos sociales que sufren en forma desproporcionada los impactos y los daños de esta guerra, aunque el lenguaje y el marco de la «guerra contra las drogas» la presenten, engañosamente, como una herramienta para castigar a todas las personas de manera equitativa. Por lo tanto, es necesario repensar modelos legales para tratar el fenómeno del uso de drogas.

Resulta urgente desarrollar experiencias exitosas de cuidado a través del control de daños, y fortalecer las políticas que se oponen a la violencia contra nuestras comunidades. Lxs jóvenes y las mujeres negrxs deben ser lxs protagonistas de la construcción del nuevo modelo de política de drogas, junto con nuestras comunidades, que vienen debatiendo y construyendo alternativas colectivas a la infame guerra contra las drogas.

Es necesario construir otras realidades que sean consistentes con las demandas sociales de legalización responsable, y reparar el daño causado por la guerra en las personas y los territorios.

Ingrid Assunção Farias es una feminista antiprohibicionista negra, escritora e investigadora. Es una Aceleradora y Coordinadora Social de la Red Nacional de Feministas Antiprohibicionistas, y también integra la Red Latinoamericana de Personas que Usan Drogas (LANPUD). Ver en Twitter RENFA.


Alla Bessonova

Narkofeminist Movement / Europa Oriental y Asia Central

Cuando pienso en un mundo sin guerra contra las drogas, imagino a las personas que amo, y sonrío. Sin embargo, la realidad en la que vivo difícilmente puede hacerme hace sonreír. A los 23 años ya estaba en el margen de esta vida. Indiferencia y alienación: esto es lo que sentía entonces, de parte de todas las personas que me rodeaban. Solo mi perro me esperaba y me amaba: siempre estaba ahí, y me salvó varias veces en situaciones de sobredosis de heroína. Piensen por un momento hasta qué punto todo este mundo y todo este sistema están en su contra. Contra una mujer que usa drogas. Cuando nadie te necesita, salvo un perro. Estos fueron años de oscuridad.

Y después conocí a personas como yo. Gente que usaba drogas e iba contra este sistema y se ayudaba mutuamente. Y me quedé con ellxs. Hasta ahora, las actitudes hacia las mujeres que usan drogas son muy negativas. La idea de que nosotras mismas podemos elegir un estilo de vida que nos resulta confortable no le entra en la cabeza a nuestra sociedad. Es tan difícil cambiar este deseo de guerra y sangre de la sociedad. 

Pero yo cambié completamente mi vida, no a causa de reprimendas sociales, o de las leyes antidrogas, o de la prisión, o de la guerra contra las drogas. Pude cambiar mi vida fundamentalmente gracias a las personas que me entendieron y aceptaron. Personas que usan drogas, personas como yo. Entendí que no debía sentir vergüenza por desear modificar mi consciencia. 

Esto no me convertirá en una peor mujer, o en una peor madre. Y me alegra romper los estereotipos y las ideas de la gente sobre nosotrxs lxs psiconautas [personas que exploran la psiquis mediante el uso de alucinógenos u otras técnicas]. En mi viaje de drogas conocí a muchísimas mujeres increíbles. Hermosas y fuertes, mujeres que me inspiran. Seguiré soñando con un mundo de legalización, un mundo de libertad y amor.

Alla Bessonova es una activista de Kirguistán comprometida con el movimiento narcofeminista de Europa Oriental y Asia Central. Nos relata: «Comencé a usar drogas en 1997. En ese entonces no sabíamos nada respecto de las sobredosis y el control de daños. Usábamos drogas, y aprendíamos solas cómo hacer todo en forma correcta y segura. Era duro. Después de 7 años me cansé de la heroína. Mi camino hacia el activismo comenzó hace 13 años. Ahora sé lo que está bien, y continuaré luchando por los derechos de las mujeres que usan drogas.»


Olga Belyaeva 

Narkofeminist Movement / Europa Oriental y Asia Central

Drógate y no mueras nunca :) 

Las sustancias psicoactivas revelan el potencial de mi vida. LSD, cannabis, opio: cada sustancia, a su propio modo, me ayuda a recorrer el camino, brindándome la oportunidad de disfrutar de mi mundo, mi cuerpo, y mi forma de vida.

Para las mujeres, existe un mandato de la sociedad que trata de decirnos cómo vivir: no deberías disfrutar de la vida. En 1995, yo tenía 22 años. Estaba parada cerca del consultorio médico, en un pabellón psiquiátrico cerrado. Oí que el médico le decía a mi madre, que buscaba una vida sobria mágica para su hija menor: «Haremos una perforación en la cabeza de su hija y congelaremos el centro de placer.» Los médicos podían realizar cirugías en las personas que usan sustancias psicoactivas, sin su consentimiento y con total impunidad. Nunca pidieron seriamente mi consentimiento para experimentar con mi cuerpo. «¡Corre, Olya! ¡¡¡Corre!!!».

Un mundo con regulación de sustancias psicoactivas es un mundo en el cual lxs funcionarixs, la policía, las empresas farmacéuticas y lxs médicxs han dejado de destruirnos y robarnos; ya no humillan a las personas que amo porque mi camino es el camino de una psiconauta. 

Luchamos por la regulación de sustancias bajo liderazgo comunitario. Como en Cataluña, los precios del mercado y la producción estarían en manos de una comunidad de expertxs conocedorxs de estas sustancias. Como cualquier otro producto (comida, bebida, ropa), deben ser producidas por personas que las aprecian. En este mundo, puedo cultivar una hierba hermosa, y crear un lugar donde lxs adultxs puedan decidir de forma consciente unirse al mundo de lxs psiconautas. La regulación legal de sustancias nos ayuda a viajar entre mundos y a experimentar placer, revelar el propio potencial y ayudar a otras personas a vivir en armonía con la naturaleza divina. Es un mundo donde existe la oportunidad de Descongelar el Centro de Placer :)

Olga Belyaeva es una activista narcofeminista de Ucrania. Durante más de 30 años ha usado sustancias psicoactivas para elevar su potencial y su creatividad. Participa en el movimiento narcofeminista a través de la Eurasian Network of People who Use Drugs (ENPUD) [Red Euroasiática de Personas que Usan Drogas]. Actualmente, Olga trabaja en la Eurasian Harm Reduction Association (EHRA) [Asociación Euroasiática para la Reducción de Daños] y está comprometida con el fortalecimiento comunitario y la construcción de movimiento para la reforma de la política de drogas.

Category
Análisis
Region
Global
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AWID