Cómo me convertí en defensora de los derechos de las trabajadoras sexuales
| Por Nana Darkoa Sekyiamah
Una reflexión personal de la feminista africana Nana Darkoa Sekyiamah.
Solía pensar que las personas que realizaban trabajo sexual se habían encontrado en una situación en la que no habían tenido otra opción, sino volcarse al trabajo sexual, y que el trabajo de las feministas era ayudar a las trabajadoras sexuales a encontrar otras fuentes de ingresos.
En 2010, asistí a la XVIII Conferencia Internacional sobre SIDA en Viena, Austria. Una de las sesiones a las que fui era sobre trabajo sexual, e hice una pregunta que hoy me avergüenzo de admitir haber hecho: «¿Por qué alguien elegiría hacer trabajo sexual?»
Se pueden imaginar cómo se vino abajo la temperatura de la sala, llena de activistas por los derechos de las trabajadoras sexuales. No puedo siquiera recordar qué respuesta recibí del panel, pero sí recuerdo la conversación que tuve después con Bisi Adeleye-Fayemi, por entonces directora ejecutiva del African Women’s Development Fund [Fondo africano para el desarrollo de las mujeres] (la organización para la que yo trabajaba en esa época).
«La discriminación y el estigma contra las trabajadoras sexuales genera violencia.»
La mayoría crecemos en sociedades patriarcales y, desde que nacemos, nos llenan de narrativas específicas acerca de lo que está bien y mal. Cuando era una niña en una escuela católica de internado, aprendí que sólo las niñas malas tenían sexo. Algunas niñas eran descritas como «colchones» porque, supuestamente, todos los muchachos del barrio habían dormido con ellas. Recién cuando empezaron a difundirse historias acerca de con quién había dormido yo, fue que me di cuenta de que los rumores eran sólo eso. Pasaron muchos años antes de que comenzara a cuestionar por qué la sociedad intenta controlar los cuerpos, elecciones y sexualidades de las mujeres.
En nuestro camino de regreso al hotel, Adeleye-Fayemi me explicó que las personas tenían derecho a hacer elecciones sobre su vida, que podían tomar diferentes decisiones dependiendo de sus circunstancias de vida en las que se encontraran y que, para muchas personas, el trabajo sexual era una elección lógica.
Ese recorrido en auto inició un viaje para mí. No sólo comencé a pensar en el trabajo sexual como un trabajo legítimo, sino que, en última instancia, me llevó a un lugar en mi propio activismo a partir del cual hoy en día trabajo con otrxs para crear espacios donde lxs activistas, incluyendo a trabajadoras sexuales y otros grupos históricamente oprimidos, puedan compartir las realidades de sus propias vidas con otras personas.
Hace dos años, vi que era necesario un festival focalizado en el sexo, las sexualidades y el placer, y reuní a un grupo de activistas feministas, queer y trans para organizar juntxs ese evento en Accra, Ghana. Fue un éxito, así que decidimos que el festival fuera anual.
En noviembre de 2020, tuvo lugar la segunda edición de #AdventuresLive, cuyo tema fue Odisea del deseo. Una de nuestras sesiones fue «Abordando la violencia contra las trabajadoras sexuales de Ghana» [video en inglés], con Bridget Dixon y Mariama Yusuf, que trabajan con Women of Dignity Alliance [Alianza de mujeres de dignidad]. Hablaron acerca de la violencia que enfrentan las trabajadoras sexuales en Ghana y, en particular, de que esta violencia a menudo viene de oficiales de policía que las arrestan, las violan, y luego les roban sus ganancias.
Dixon y Yusuf fueron claras acerca de que estos actos de violencia son perpetrados contra las trabajadoras sexuales porque ese trabajo está criminalizado, y reclamaron que el trabajo sexual sea descriminalizado. Esta es una demanda que las activistas trabajadoras sexuales vienen planteando hace mucho. Según la hoja de datos [en inglés] del consorcio Count Me In!: «En gran medida, la violencia en las vidas de las trabajadoras sexuales es creada por las condiciones de criminalización. El trabajo sexual no es intrínsecamente violento, pero la discriminación y el estigma contra las trabajadoras sexuales generan violencia y limitan su acceso a la justicia».
Parte del estigma que enfrentan las trabajadoras sexuales viene de feministas que buscan poner fin al trabajo sexual, y lo mezclan con el tráfico y la trata de personas como si fueran lo mismo, a pesar de que la diferencia es clara. El trabajo sexual es desempeñado por adultxs que dan su consentimiento y la trata de personas no. Como se dice en Behind the Rescue: How Anti-tracking investigations and Policies Harm Migrant Sex Workers [Detrás del rescate: cómo las investigaciones y políticas anti-tráfico perjudican a las trabajadoras sexuales migrantes]: «...en realidad, las investigaciones contra la trata a menudo son racistas, están en contra del trabajo sexual y en contra de lxs migrantes. La intersección de leyes penales, leyes de inmigración, y reglamentos municipales es utilizada contra lxs trabajadorxs sexuales migrantes mientras que las violaciones de derechos humanos contra estxs trabajadorxs son justificadas poniéndoles el rótulo de trabajadorxs ilegales y delincuentes.
Escuchar, aprender y desaprender
Claramente, la gente no pasa de un instante a otro de ser una feminista que juzga el trabajo que hacen otras personas a defender los derechos de las trabajadoras sexuales y, por eso, quiero compartir parte de lo que me ha ayudado a expandir mi entendimiento sobre este tema.
Comencé leyendo libros, artículos y recursos sobre trabajo sexual. El libro Women, Sexuality and Pleasure [Mujeres, sexualidad y placer] me resultó especialmente útil, y lo reseñé para Feminist Africa. También asistí a paneles, eventos y conversaciones convocadas por trabajadoras sexuales y sus aliadxs. Cuando escuchas a las personas que están más directamente afectadas por un tema, es más probable que logres una comprensión más profunda de ese tema. En las redes sociales, sigo a algunas activistas trabajadoras sexuales, y sus publicaciones y comentarios sobre su trabajo me siguen dando oportunidades para aprender y crecer. Un ejemplo es este hilo de Christy Croft [en inglés] que compartí en mi línea de tiempo en Twitter.
Lamentablemente, el tema de los derechos de las trabajadoras sexuales sigue siendo un punto de tensión para el movimiento feminista mundial, y hoy hay demasiadas feministas que se sienten como yo me sentía hace diez años. Solo puedo alentar a esas feministas a abrir sus corazones y sus mentes, y a escuchar a las trabajadoras sexuales. Ya es más que hora de que todas las feministas reconozcan que abogar por los derechos de las trabajadoras sexuales es un aporte fundamental en la batalla para terminar con la violencia contra las mujeres y las niñas.
Pero fue en una reciente sesión de aprendizaje de AWID y el Red Umbrella Fund [Fondo paraguas rojo] –llamada «Bajo el mismo paraguas: feminismo y derechos de las trabajadoras sexuales»– en la que me encontré reflexionando sobre mi propio recorrido hasta este punto. Este título me habla de la indivisibilidad del feminismo y el continuo trabajo para proteger y promover los derechos humanos de las trabajadoras sexuales. Escuchando a las panelistas –Vera Rodriguez del Red Umbrella Fund, Kay Thi Win de la Red de trabajadoras sexuales de Asia y el Pacífico, Geeta Misra de CREA– me di cuenta de que finalmente entiendo que el feminismo y los derechos de las trabajadoras sexuales están en verdad bajo el mismo paraguas.
He hecho lo que CREA viene pidiendo hace mucho: suspender el juicio. El llamado a suspender el juicio es un recordatorio para dejar de lado nuestras ideas preconcebidas y para abrir nuestros corazones y mentes a fin de aprender y desaprender.